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Diario YA


 

VOTA POR MÍ

 MANUEL PARRA CELAYA    He recibido un agradable e impactante mensaje de un amigo salmantino en el que, junto a su abrazo, me reitera su decidida apuesta por la unidad española y, como él no puede, lógicamente, votar en las elecciones autonómicas del día 21, me invita a hacerlo en su nombre con un simpático vota por mí.
    Por supuesto que lo haré, y no hay ni que decir en el sentido que encierra su propuesta españolísima. U    no, la verdad, no es de los que sacralizan la democracia, es decir, que no la confunde con esa demolatría que no cesan de predicarnos; tampoco entiendo que mi voto ha de ser ideológico a machamartillo, pues de lo contrario me quedaría en mi casa…
    Lo que ocurre es que creo que a ese separatismo desnaturalizador de mi catalanidad hay que combatirlo en todos los frentes y ocasiones que se ofrezcan; yo suelo hacerlo habitualmente, como saben los lectores, en la esfera de lo cultural y, más concretamente, con mis escritos (alguien me ha llamado francotirador de la pluma), pero, ya que el Sr. Rajoy optó finalmente por tomar cartas en el asunto y abrió la veda de la papeleta electoral, acudiré puntualmente a mi colegio de votación la víspera del sorteo de la lotería (también es casualidad, ¿o no?).
    Pero no debe quedar todo ahí, en la papeleta depositada en la urna. Y me gustaría que mi llamada de hoy llegara hasta mi amigo charro y a todos los españoles, vivan o no en Cataluña y tengan o no oportunidad de votar.
    Ya sabemos que son muchas y variadas las causas del crecimiento experimentado por el separatismo desde aquellas lejanas elecciones del 77. Entre ellas, contemos la existencia de una programación casi exhaustiva de los secesionistas, una hoja de ruta implacable del proceso, de la que muchos estaban enterados, menos los gobiernos españoles al parecer. Por supuesto, otro determinante ha sido la ausencia de estos y de todo el aparato del Estado de nuestra Comunidad, y de las continuas cesiones que se fueron entregando a cambio de apoyos en intereses políticos o económicos; no estaría de más hablar de complicidades en los delitos que ahora se van a juzgar, por parte de las Instituciones y de las personas que últimamente se llevan las manos a la cabeza…
    Siguiendo con las causas, no obviemos la sagacidad de los motores de la independencia (nunca es bueno menospreciar al adversario), que tuvieron medios y tiempo suficiente  -más de treinta años- para la inoculación del virus separatista a través de las aulas y de una propaganda constante y machacona, que no encontró casi ningún tipo de oposición entre quienes no compartían la locura, a excepción honrosa de grupúsculos de inequívoca significación españolista, sin recursos a su alcance para contrarrestar la ofensiva..
    En esta quizás discutible generalización incluyo a casi todo el pueblo español, ajeno, desinteresado, desinformado o simplemente candoroso ante lo que se venía encima; y, como han destacado numerosos articulistas, ha sido la explosión de las asonadas de octubre la que ha tenido la virtud de despertar de nuevo la fibra patriótica en todas las ciudades y villas, de fuera y de dentro de Cataluña.
    Tras muchos años de silencio, la españolidad ha vuelto a las calles y a las conciencias, rompiendo los diques impuestos por el propio Régimen político y los no menos importantes de la pusilanimidad que imponía la sanción social, el temor a ser señalado con el dedo por el vecino progre o circunspecto en su aborregamiento conservador y complaciente.
    Por ello, elevo mi petición a mi amigo de Salamanca y a todos los que lean estas líneas para que, además de hacer llegar a sus conocidos catalanes el vota por mí, no decaigan en la maravillosa tensión por la integridad de España que han demostrado en estos últimos tiempos de prueba.
    Las elecciones autonómicas del día 21 no son un motivo para bajar la guardia; es una tentación pueril hacer el coro a los políticos que consideran que las urnas -sea cual sea el resultado- van a ser el bálsamo de Fierabrás que solucione el problema. El separatismo -aunque teóricamente haya perdido una batalla- sigue campando por sus respetos, con el agravante de un victimismo que precisa como agua de mayo. Hay muchos convecinos en Cataluña que, incluso desengañados por la actitud de sus prebostes, siguen empecinados en su postura de ruptura con el resto de los españoles.
    Se trata de demostrar que el concepto de España sigue vivo y en pie, aparte de las veleidades de los políticos. Votemos, pues, por esta idea. Votemos por todos los ciudadanos españoles, y que ellos sean consecuentes con la postura de esta gran parte de los catalanes que, por serlo precisamente, nos sentimos doblemente españoles. No nos dejéis solos una vez más.
                                                 
 

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