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Diario YA


 

Información dosificada y saturación emocional

Juan A. Aguilar, Redactor Jefe de la revista militar XXI Legio.

La tragedia aérea ocurrida en el aeropuerto madrileño de Barajas, el pasado miércoles, 20 de agosto, nos ha dejado sobrecogidos a todos los españoles, sumergiéndonos, de nuevo en el dolor nacional. A los ciudadanos de a pié sólo nos queda expresar nuestro cariño a las familias y amigos de los fallecidos y desear el pronto restablecimiento de los supervivientes.

Sobre las causas del siniestro y las responsabilidades a que hubiera lugar, tanto personales como colectivas e institucionales, se hablará mucho en las próximas semanas y ahí será imprescindible –ya lo está siendo- conocer la opinión técnica y rigurosa de los especialistas y personal que profesionalmente desarrolla su labor en el sector de la aviación civil.

De lo que si podemos realizar ya un diagnóstico es del tratamiento informativo que ha tenido la catástrofe que pueda explicar, al menos en el rango de las hipótesis, una secuencia de hechos dominados, inicialmente, por la confusión, para acabar con una indigestión de “amarillismo mediático” que sólo puede provocar el asco y la náusea de cualquier persona con un mínimo de espíritu crítico y sensibilidad.

Durante las primeras horas de la tragedia, haciendo el habitual “zapping” televisivo y navegando por las principales webs digitales informativas, uno tenía la sensación de que la falta de información real y rigurosa se debía a la incompetencia de los propios medios, más aún, cuando sus redacciones se encuentran en precario a causa de las vacaciones estivales. Pero 48 horas después y vistas las primeras imágenes emitidas por TVE de la “zona cero” en los minutos posteriores al accidente, ya no se puede sostener una explicación tan “benévola”. En estas jornadas hemos asistido a una intencionada y planificada operación de “dosificación informativa” en las primeras horas para pasar, posteriormente, a una borrachera de morbosidad bastarda, emocionalismo irreflexivo y sentimentalismo pueril cuyas consecuencia inmediata han sido la desfocalización mediática de lo que debía ser lo realmente importante: situación de los heridos, circunstancias que han concurrido en la tragedia, posibles causas, situación de la compañía propietaria del avión, nivel de cumplimiento de los protocolos de aviación civil y asunción de responsabilidades. Sin embargo, la poca información que se vertía a lectores, oyentes y espectadores quedaba sumergida por horas de sensacionalismo a costa del sufrimiento de familiares y amigos de las víctimas, que se han visto, en ocasiones, con un nivel de acoso cercano a lo que podría considerarse como ejercicio de la violencia.

¿Hay razones que pudieran explicar este comportamiento informativo? No hace falta ser un conspiranoico de libro y presumir de “especialista en algo” para, al menos, intuir que la normalidad no ha caracterizado la política informativa de la catástrofe de Barajas.

Sabemos que el avión de Spanair se estrella sobre las 14:25 horas tras intentar un segundo despegue. Entre cinco y diez minutos después, comienzan a llegar las primeras unidades de rescate que, según declaraciones posteriores, se encontraron un espectáculo dantesco y todo lleno de cadáveres. Las imágenes citadas emitidas por TVE confirman esas declaraciones. En ellas pueden verse muchos cadáveres retirados y tapados y, lo que es más significativo, el nivel de absoluto destrozo del avión. Esa es la imagen de todos los presentes a las 15:00 horas aproximadamente. Era evidente para todos que la cifra de supervivientes iba a ser muy baja, tremendamente baja… ¿Por qué Gobierno, autoridades y medios públicos y privados –salvo excepciones-, estuvieron durante horas informando con cuentagotas a la opinión pública del alcance de la catástrofe? Recuerden Vds.: primero eran dos fallecidos, hasta cerca de las 18 horas, las televisiones públicas seguían hablando de 7 fallecidos y “según otras fuentes”, podían llegar a los 20. Y la dosificación se mantuvo al ritmo del paso de las horas: 40, 43, 45, “algunas fuentes hablan de 50”,… luego se pasó, pasadas las 20 horas, a la cifra significativa de 100 fallecidos. Hasta entrada la noche, no se le dijo a la ciudadanía –y sobre todo, a los familiares- una realidad que era evidente desde muchas horas antes: los únicos supervivientes eran los que estaban en los hospitales desde las primeras horas de la tarde, una veintena.

Es escandaloso que se siga tomando a este pueblo por imbécil. Dos horas después del accidente, algún medio español no proclive al oficialismo, ya daba la cifra de 140 muertos. Pero bastaba echar un vistazo a las agencias de noticias y medios extranjeros para comprobar que la realidad era muy distinta y mucho más negra de lo que, dosis a dosis, se transmitía a los ciudadanos españoles. Por ejemplo, a las 17 horas, poco más de dos horas después del accidente y mientras TVE seguía hablando de 7 ó 20 fallecidos ¡y 45 heridos trasladados a los hospitales!, la agencia Reuters informaba a sus asociados de que en la catástrofe de Barajas habría más de 150 víctimas. Y no era necesario tener información privilegiada. Bastaba una sencilla operación matemática: si había 175 pasajeros en el avión y, dos horas después, a los hospitales sólo habían sido trasladados unos 25 heridos… ¿Dónde estaba el resto del pasaje? ¿Paseando por las pistas del aeropuerto? ¿Son conscientes los responsables de la información que, durante horas, se permitió albergar esperanzas a muchas personas que tenían a familiares y amigos entre los afectados? ¿Quién ha sido el responsable de tamaño despropósito?

El punto de inflexión de esta dosificación informativa se produce en las primeras horas de la noche del día del accidente con la llegada de familiares y, concretamente, cuando a las 21 horas, comienzo de los telediarios informativos, llega el Presidente del Gobierno a la capital de España. A partir de ese momento, la dosificación se transmuta en saturación de información morbosa o de alta carga emocional, que anula completamente la capacidad de análisis de receptor.

¿Es posible especular con algunas claves que expliquen un proceder informativo tan sospechoso? Es normal pensar que, tras lo ocurrido el 11-M y con el desconocimiento de lo que había ocurrido en Barajas, Gobierno y autoridades estuvieran acongojados pensando que pudiera tratarse de un atentado y que se cometieran “errores” como entonces. Por tanto, lo más “razonable” era establecer un bloqueo informativo que sería tapado posteriormente con una sobresaturación de información de segundo orden a cuenta de los familiares de las víctimas.

Incluso, si somos malpensados, podríamos haber asistido a un ejemplo de los “nuevos tiempos” en política informativa, caracterizados por una mayor censura a los periodistas que sacan los pies del tiesto y un control exhaustivo de la intensidad de las informaciones, que encaucen a la opinión pública y eviten una descontrolada alarma social que pudiera dirigir su atención a los responsables políticos. O quizás, es una mezcla de las dos hipótesis.

Lo que si hemos podido contrastar es el desprecio con el que se ha tratado a la opinión pública española y el patético espectáculo que durante dos días han dado los responsables políticos y los medios de comunicación serviles a costa del dolor de unas familias rotas por la tragedia que se vivió, nuevamente en Madrid, la tarde de un 20 de agosto.

 
 

 

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